La gente ya lo sabía y lo único que hizo el INDEC hace dos días fue destapar la olla: la pobreza impactaba más en la opinión pública que la inflación y se convertía en el nuevo y vulnerable talón de Aquiles del Gobierno nacional. El pulso de la opinión pública ya era elocuente desde hace varias semanas y eso se repetía invariablemente en todas las encuestas que mostraban al Gobierno nacional frente a un primer cuestionamiento serio.
Un relevamiento académico, solvente e insospechado de parcialidad, el de la Universidad de San Andrés (UdeSA), ratificó en la semana la tendencia: Bajos salarios (37%) y Pobreza (36%) lideraban este mes también la lista de los principales problemas de los argentinos, mientras que la Inflación quedaba diez puntos por debajo en las preocupaciones. El ítem de los salarios tiene mucho que ver porque si hay pobreza porque no existen ingresos suficientes para sostener una canasta de compras hogareña, tal el modo de medir que tiene el INDEC, la lógica indica que la gente salga a la calle a sumar ingresos y no consigue resultados.
Desafíos y soluciones a una pobreza en alzaEl tercer punto del padecer ciudadano que marcó la encuesta es justamente la Falta de Trabajo (31%), rubro que va en línea con las principales preocupaciones, Todos los planetas estaban alineados entonces para que saliera lo que salió en materia de pobreza, por lo que el estallido en la cara de los números es doloroso, pero no inesperado. Este es el dramático tobogán que el Gobierno dice que podrá revertir: “El nivel de satisfacción con la marcha general de las cosas en el mes de setiembre se mantiene estable con el mes anterior con 32%, pero la insatisfacción alcanza a 65%, 10 puntos porcentuales más que la medición anterior”, señaló la UdeSA en su informe.
Por todas esas preocupaciones que aumentaban mes a mes, la encuesta anticipaba que más de la mitad de la gente (52%) consideraba ahora que la situación del país había empeorado, mientras que 38% creía que iba a mejorar y esto es una disminución de 5 puntos porcentuales frente a 43% registrado el mes anterior. A nivel personal, 53% los consultados habían opinado que su situación empeoró y esto es un aumento de 6 puntos porcentuales respecto a julio. En cuanto a las expectativas futuras, 35% supuso que su situación personal va a empeorar y esto representa un aumento de 5 puntos porcentuales, mientras que otro tercio parecido (34%) espera una mejora. En general, hacia adelante “el optimismo cae y el pesimismo sube”.
Pero como la Argentina de la ciclotimia nunca se da un respiro, a partir de los números convertidos en titulares de diarios o en apasionados graphs de la televisión, la pobreza salió debajo de la alfombra como si fuera una novedad y estalló en la cara de los biempensantes argentinos. Nadie dejó de horrorizarse, ni tampoco de buscar culpables, como si eso mitigara en algo la terrible situación que se ha ido incubando durante tanto tiempo y como si ahora sincerarlo provocara mágicamente la redención. Eso está muy bien para el sillón del sicólogo, pero lo que el drama exige son soluciones creativas que no sean parte del problema.
En ese sentido, la observación para meter al paciente en terapia intensiva y para que logre salir indica que individualmente los médicos no son los mejores. Por su pasado, el kirchne-peronismo está demasiado magullado y, por su poca experiencia, los libertarios dan demasiados pasos en falso. Un camino de clara convergencia puede verificarse en una serie de rasgos populistas que aúnan a Cristina y al actual presidente, ya que ambos comparten una misma lógica, la que surge cuando se construye un antagonismo entre el pueblo (los nuestros) y la elite, nueva burguesía o casta (los otros). River-Boca, aunque opuestos, ambos crían sus respectivas castas.
El proceso anterior, el experimento del kirchnerismo basado en el “modelo de acumulación de matriz diversificada con inclusión social”, saltó por los aires después de taladrarle el cerebro a la sociedad durante 20 años, esencialmente de la mano de Cristina Kirchner. Esa fue la Argentina de los desajustes presupuestarios, de la emisión sin culpa y hasta la de los desvíos de fondos a bolsillos non sanctos y todo ese viaje de ida, fue el mismo que trajo de la mano el modelo actual de “déficit cero” que ha tenido hasta ahora algunos evidentes problemas de ejecución, a veces por la radicalización de algunos de sus postulados (“no gastar más de lo que hay”) y otras porque no se acierta con las secuencias de acción, pero también por los berrinches ideológicos o a veces, sencillamente, por la falta de timing adecuado del propio Milei, algo que quizás tiene que ver con su poca experiencia política.
A partir de estos caminos que se enlazan bien pueden equipararse sus modos de actuar, aunque la ex presidenta tiene un recorrido de más de 35 años en política y Milei recién llega. Así, lo dijo éste al presentarse en la Asamblea de la ONU hace cuatro días: “soy un economista liberal libertario que jamás tuvo la ambición de hacer política”. Él sabe que esá dónde está – y así lo resume cada vez que puede- frente “al fracaso estrepitoso de más de un siglo de políticas colectivistas, que destruyeron nuestro país”. Eso no lo exime de ser un experto en derrapes de imagen, que algunos se empeñan en ensalzar como virtudes, la claque de siempre, tal como también la tenía Cristina por cierto.
La última semana fue un concierto de metidas de pata presidenciales. Aunque meritoria, la postura de la Argentina ante las Naciones Unidas de decirle que no al Pacto del Futuro a la postre resultó poco práctica, ya que quedó emparentada con Rusia, Corea del Norte y otros regímenes que poco tienen que ver con el país, salvo su propensión al autoritarismo, cuando quizás lo mejor era dar las batallas dentro del conglomerado de países que mejor entienden lo que el país puede necesitar y quizás ayudar.
Además, estuvo el caso de los bomberos de Córdoba, un plantón que le pone un paréntesis político al mileísmo en la provincia que más lo votó. Luis Juez fue un encendido crítico en el Senado porque los legisladores de LLA no quisieron acompañar apenas una Resolución solidaria con la provincia. Hay que apuntar también la salida al balcón de la Casa Rosada del Presidente con Susana Giménez (perros y Karina mediante) muertos de la risa, mientras el tema central era la triste pobreza y cómo dejarla atrás. Fue una cholulada sin sentido que sólo le puede parecer bien a Santiago Caputo y a sus trolls.
Podrían encontrarse varias similitudes más entre ambos caminos en apariencia divergentes, por ejemplo la tirria permanente de ambos con el periodismo que no se alinea con sus deseos o simplemente cuestiona. Se puede observar también esas convergencias en las menciones a “las fuerzas del Cielo” de las respectivas confesiones, la kirchnerista representada por el Papa y la cuestión social como bastión de la Iglesia Católica y la de Milei que espera la intervención divina o el respaldo celestial en su lucha, tal como lo planteó el pueblo judío a la hora de preservar su fe y resistir la opresión.
Este punto resalta al menos la dimensión espiritual de la pelea por la situación social, un punto que quizás sirva para comenzar. Esto es algo que hasta el Papa parece reprocharle a Milei porque llega allí como consecuencia, mientras que el kirchnerismo hace una causa primaria de la cuestión. Y porque en el Vaticano también se leen encuestas, es obvio que Francisco había tomado debida nota del parecer de los argentinos y para dónde iba a saltar la bocha.
Este es el tablero que parece estar tendido hoy en la mesa y como buena partida de ajedrez ha llegado la hora de jugar a fondo porque el reloj avanza y los tiempos de la ejecución se aceleran. “La ignorancia es la madre de la pobreza y la educación es la única que puede sacar a los pueblos de la miseria", decía Domingo Faustino Sarmiento, un segundo punto de partida para comenzar a resolver la cosa estructuralmente. Es lamentable, pero no parece ser que los actuales dirigentes quieran entender de qué se trata.